Te quería.
Se acabó.
Yo no quería.
¿Fui yo? ¿Fuiste tú? No sé.
Solo sé que mi corazón no resistió:
se partió en mil pedazos.
Mis pulmones perforados
caminaron descalzos
sobre lo que quedaba de un corazón que amó.
Y cayó.
Se olvidó.
La emoción que antes ardía,
que brillaba más que el sol.
El sol… está solo.
Soledad.
Un día soleado,
pero no se ve igual.
¿Perdió color? ¿O lo perdí yo?
¿Perdió inocencia? ¿O la perdí yo?
El mundo no cambió.
Cambié yo.
Estoy solo otra vez.
Busco.
No pierdo la esperanza.
Mi corazón no es el mismo.
Uno murió.
Poco a poco mis pulmones
recogen los pedazos,
intentando crear uno nuevo.
¿Cómo será?
¿Tendré derecho a él?
Este vacío…
¿es temporal?
¿O tendré que acostumbrarme a limpiar el polvo
donde antes había un corazón?
A veces no quiero sentir.
Ilógico.
¿Cómo sería no sentir?
¿Pierdo o gano?
Quiero sentir.
Quiero vivir.
No quiero sufrir.
Pero desde hace tiempo,
sentir se transformó en sufrir.
Ya no hay distinción en mi vocabulario.
A veces, segundos me engañan.
Me hacen creer lo contrario.
Pero enseguida recuerdo:
no hay nada más que polvo
donde yacía un corazón.
Dime…
¿Cuándo vienes, corazón?